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Hace mucho, pero mucho tiempo, cuando las estaciones de superficie en los pueblos eran pequeños chaletitos con tele, cocina, pequeño salón y estaban todas servidas con personal, me mandaron de residencia a Alboraya.

Alboraya era una estación peculiar, pues además de las cuentas a la hora del relevo te pasaban a tres yayos del pueblo. Si, suena raro pero así era, llevaban toda la vida yendo a la estación ha echar una mano para entretenerse y no iba a ser yo la que los tirase, así que cada día después del toma y el cafetito venían los yayos a hacerme compañía.

Lo cierto es que en realidad eran los amos del lugar, pues sabían mucho más que todos los factores y factoras de contrato que íbamos llegando. Para nosotras, de la bolsa, eternas suplencias que cada día íbamos a una estación y nunca sabíamos donde estaban las cosas ni los horarios de paso ni mucho menos de los cruces llegar a Alboraya era como tener un “OK Google del año 2000.” “Xiqueta el Rafel ve tocat, i ja voràs com et pugen l’encreuament a Almacera i el xiquet de la Maria que no arriba i perdrá el Mislata-Almassil i no arribarà a classe,” y yo como buena pollo que era los miraba pensando que eran Dioses conocedores del futuro. Conocían por su nombre a casi todos los viajeros y viajeras pero es que tenían perfectamente controlado el tren que cogía cada uno. Informaban a la gente de horarios mejor que cualquier app actual y además si les preguntabas te ponían al día de nacimientos y defunciones en el pueblo y la comarca.

Además del control de horarios y personal, eran unos perfectos manitas, que se te atascaba la expendedora, pues Rafael cogía la tira de desatascar y te la arreglaba, que era la hora del modulero y tenias cola en la taquilla pues allá que salia Andrés a ver al Percha, que no tenias cambio, no problem , Antonio iba al banco que ya sabían de donde venia y lo colaban.

A la hora del almuerzo te traían lo que pidieses, si querías bocata del bar , algo del horno , incluso si se te había olvidado algo de la compra de mercadona, en un pis pas lo tenias allí. Después, con el solecito se iban a dar un paseo y si había mercadito y pillaban alguna oferta no se olvidaban de ti, un día volvieron de su paseo todos contentos porque me habían comprado unas zapatillas de ir por casa muy chulas por ¡100 pesetas! Todo un chollazo.

Cuando me quedé embarazada ya fue lo más, decidieron que tenia que engordar así que todas las tardes me traían chocolate con buñuelos y vaya si engordé! Entonces si que no me dejaban ni levantarme ,cualquier cosa más allá de vender billetes la querían hacer ellos. Pero lo que sin duda más hacían era compañía, me contaron todas las historias del pueblo de Alboraya de los últimos 70 años.

Como eran bastante mayores las tardes de invierno no solían venir por la estación

y fue en una de esas aburridísimas tardes ya noche de invierno cuando revisando los cajones encontré lo que parecía ser un mando de garaje y como no tenia otra cosa mejor que hacer, pues eso, apreté el botoncito…. En principio digamos que puesto que allí no había ningún garaje no pasó nada. El caso es que empecé a oír un pitidito casi inaudible que no sabia de donde venia. Aburrida como estaba revolví todo hasta darme cuenta de que venia de lo que parecía ser una caja de alarma.

Estaba yo preguntándome si eso pitaba siempre y no me había dado cuenta cuando vi un policía en la ventanilla que con gestos raros y el arma en la mano me indicaba que le abriera la puerta.¡ Flipadita me quedé!, pero más flipé cuando abrí la puerta y de un empujón se me metieron tres policías rollo película de comandos empuñando las armas!!!

De un salto salí fuera y para mi sorpresa la estación estaba rodeada de coches y motos de policía, todos con las luces azules puestas, sólo faltaba el helicóptero que debía estar al llegar!

Madre miá que pasaba!! los policías registraron la estación y vinieron a preguntarme que había pasado, si me habían hecho algo, que cuantos eran …… y yo no tenia ni idea de que hablaban. Entonces me dijeron que habían dado aviso de que estaban atracando la estación de Alboraya, y yo les dije que tenia que ser Palmaret, porque allí estaba yo leyendo tranquilamente y no sabia nada de nada. Diez policías armados, trenes parados, festival de parpadeantes luces azules, todos sin saber que hacer hasta que llama el puesto de mando y me pregunta:

– Nena,¿ tu has tocado un mando como el de un garaje????…………..

-Uy pues SI, va a ser que he sido yo.

¡Que vergüenza por dios!!!!

La policía anulando el operativo por la emisora…:

  • “ Falsa alarma, anul.lem operatiu, la xiqueta de l’estació que no sap on ficar el ditet”

Tras media hora de desconcierto y espectáculo, la policía por fin se retiró (no sin antes advertirme que me asegurase la próxima vez de lo que tocaba) los trenes volvieron a circular metiendo bocinazos y los maquinistas muertos de risa saludando al pasar con el dedito en alto, todo el pueblo de Alboraya en las ventanas (menos mal que no existían los móviles)…

En mi defensa diré que nadie había hecho nunca mención alguna a la existencia de una alarma silenciosa antirrobo que daba aviso al puesto de mando pero no sonaba en la estación.

Al menos sirvió para que al día siguiente el técnico de linea se encargara personalmente de ir estación por estación informando al personal.

Pero para faena la que tuvieron los yayos, les llevó días explicar a todo el que venia preguntando por el despliegue policial que había sido una falsa alarma, y a mi meses aguantar las risas y siendo la del” ditet.”

Moraleja: Si no sabes, para que tocas…….

Anécdota de Inmaculada Ballester Laguarda